La paciencia de Firewatch

La desarrolladora Campo Santo mira al futuro de los videojuegos

Del mismo modo que cierto tipo de cine no va dirigido al público general, lo mismo ocurre en los videojuegos. Después de las costumbres y valores que Hollywood ha ido inculcando en el público cinematográfico, directores como Terrence Malick o Michael Haneke pueden resultar tediosos para muchos espectadores. Firewatch es el ejemplo más reciente. Pese a un final que no me esperaba, lo realmente bello de esta obra lo encontramos en el desarrollo. Busca la reflexión en lugar de la acción apabullante y aborrecedora, por lo que me gustaría poder afirmar, con más corazón que cabeza, que este título desarrollado por Campo Santo es el pistoletazo de salida a una nueva corriente de videojuegos, para aquellos que buscan algo más en este medio.

Las emociones están presentes desde el principio, con una introducción simple pero perfecta para el caso, presentando la vida del personaje principal y situándonos en la difícil situación en la que este se encuentra con su mujer por una serie de motivos. Esto y la relación telefónica amorosa que entablan el protagonista, Henry, con la encargada de coordinar a los guardabosques, Delihla, es toda la historia de este videojuego. Sin embargo, en este caso el encanto radica en el cómo y no en el qué. Firewatch no deslumbra por su argumento, sino por la conexión que desde el primer momento entablece con nosotros. Los gráficos, que son muy agradables para la vista siempre que tengas un PC que sea capaz de moverlos, se utilizan para un buen propósito, como es el de crear un bosque que da la sensación de estar vivo, como si fuese un personaje más. Es tal la importancia de este, que hasta el afecto que comparten ambos protagonistas se ve reflejada en él, mediante el incendio, pues al principio es una pequeña llama fruto de la pasión, mientras que más tarde, esta llama acaba arrasando el bosque al igual que la relación amorosa.

Es un videojuego diferente a lo que suelen producir las grandes desarrolladoras, se aleja de los tópicos como salvar el universo o la ciudad de turno. La La Land es una película que será recordada, evidentemente por la genialidad que es, pero también por el mensaje de advertencia que transmite, pues el buen cine, los musicales y, más en concreto, el jazz, están desapareciendo poco a poco. En la misma situación se encuentra Firewatch, pese a que no es una obra maestra, deja claro que otro tipo de videojuego, contemplativo y reflexivo, es posible. Puede que en el futuro le sigan otros títulos que, con la misma premisa, alcancen la virtuosidad de la que cerca se queda este título. No es ningún misterio que el destino de la industria se decide a la hora de elegir lo que compramos. Podemos propiciar la aparición de más videojuegos como Firewatch que tengan algo que aportarnos, o seguir dándole continuidad a la saga Call of Duty y similares, de rápido consumo y fácil olvido.

Los desarrolladores de Campo Santo  han dado un paso al frente y han logrado decir mucho en poco tiempo. Un cambio de aires que seguro que muchos, entre los cuales me incluyo, estábamos esperando con ganas, pero que por desgracia, no parece del todo bien recibido por otros debido a su ambiente relajado y pausado. Este puede ser el paso inicial para que los videojuegos puedan, algún día, convertirse en algo trascendental. No es siempre necesario contar grandes historias, en ocasiones, hay que saber valorar las pequeñas cosas.