¿Seguirán existiendo los videojuegos tal y como los conocemos?
Existen muchas teorías y afirmaciones acerca de un futuro no tan lejano en la industria de los videojuegos. El paradigma actual está a punto de cambiar, si no está cambiando ya. De momento, estamos a expensas de ver el siguiente gran cambio en la próxima generación de consolas, teóricamente bastante cercanas en el tiempo. ¿Pervivirá el formato físico o daremos el relevo al formato digital? ¿Legislarán las cajas de botín y micropagos como apuesta? ¿Compraremos juegos terminados o juegos como servicio? Muchas preguntas, pocas respuestas.
Vivimos en una época de cambio constante. El ámbito tecnológico avanza a marchas tan rápidas que muchas veces nos supera. Las inteligencias artificiales son cada vez más independientes, la información en Internet fluye de manera masiva y sin control, y los dispositivos móviles son otra extremidad en nuestro cuerpo. Sin embargo, no todo es tan terrorífico: el cine alcanza metas visuales cada vez más espectaculares, la piratería ha disminuido con la creación de plataformas de vídeo y la sanidad encuentra en la tecnología un poderoso aliado. ¿Y qué pasa con los videojuegos?
Mientras todo cambia, seguimos abriendo las cajas de los videojuegos, sacando el disco/cartucho e introduciéndolo en nuestra consola, como toda la vida. Y de repente, Microsoft saca a la venta una versión de Xbox One S All-Digital Edition. ¿Una apuesta arriesgada? La nostalgia y el romanticismo juegan un papel importante en este mundillo, pero puede que sea el principio del cambio “real”. Y digo “real” porque el formato digital no es algo nuevo, véase Steam, Epic Games, PS Now, Xbox Game Pass… Pero se convierte en un impacto de choque al ver una consola física destinada únicamente a lo digital.
El romanticismo del formato físico todavía persiste
Puede que no a todos nos guste, y que esta consola se convierta en un fracaso comercial, pero las cartas ya están sobre la mesa. Aunque parezca un producto menor, el resto de compañías estarán al acecho de sus ventas, atendiendo al comportamiento de los usuarios. ¿No os suena? Ya pasó con las famosas consolas “mini”. Y podríamos remontarnos más en el tiempo con otros ejemplos (¿Wii Remote? ¿VR?). Al final, el cambio llega, tarde o temprano.
Pero el formato físico o digital no es lo único que destacar. Día tras día nos encontramos ante juegos inacabados, con poco contenido de lanzamiento y con vagas promesas de resucitar con DLC (algunos gratis, otros de pago). ¿Por qué los compramos? ¿Nos engañan o los compramos a sabiendas? Que cada uno reflexione su propia respuesta, pero sí hay que remarcar que la comunidad de usuarios manda. Títulos como Star Wars Battlefront 2 cambiaron sus políticas monetarias por la presión de los usuarios, convirtiéndolo en un producto brillante (eso sí, dos años después).
Las cajas de botín y micropagos se enfrentan a un futuro incierto. Mientras ciertas compañías abogan por mantener esta polémica, otras pretenden atraer a más jugadores evitando incluir estos elementos. El debate llegó más lejos, donde en países como Bélgica consideraron su prohibición al considerar las cajas de botín como apuesta. ¿Dónde está el límite? ¿Se debe permitir que menores de edad manejen este tipo de accesorios virtuales?
Los juegos como servicio cada vez son más frecuentes, y parece la excusa perfecta de no sacarlos al mercado en su versión definitiva. La idea es mantener a la comunidad de jugadores durante más tiempo con contenido exclusivo de manera periódica. Sin embargo, ejemplos como el modo online de GTA V nos muestran la otra cara de la moneda: es posible cuidar a la comunidad sin hacerla pasar por caja constantemente.
Entonces, ¿a dónde nos dirigimos? Otra pregunta sin respuesta, pero parece que podemos intuir por dónde van los tiros. En lo personal, siempre seré un romántico del formato físico, nunca pasaré por micropagos ni DLCs de pago y no desembolsaré cantidades desmesuradas de dinero en videojuegos inacabados o consolas prematuras. Si los usuarios respondemos de manera inteligente, el mercado avanzará de manera inteligente. Ni más, ni menos.
